Ford Motor Company está a punto de cerrar un capítulo de casi siete décadas en la famosa “Glass House” para dar inicio a una nueva etapa desde su futura sede mundial en Dearborn, Michigan. Pero más allá de ladrillos y cristal, el movimiento representa una apuesta por transformar la manera en que se conciben los espacios corporativos de la industria automotriz.
De símbolo a relevo generacional
El edificio de oficinas en vidrio, inaugurado en 1956, fue durante años emblema de modernidad y poder industrial. Hoy, en un entorno marcado por la competencia feroz de Tesla, BYD y otras marcas emergentes, Ford entiende que el diseño de su sede también comunica hacia dentro y hacia fuera: innovación, sostenibilidad y cultura de trabajo integrada.
Un campus que respira futuro
El Henry Ford II World Center no será solo un edificio de oficinas. Con 195,000 metros cuadrados de espacio y capacidad para 4,000 empleados directos, más de 14,000 trabajadores estarán conectados en un radio de 15 minutos a pie. La idea es sencilla: fomentar encuentros espontáneos, romper silos y acelerar proyectos.
El complejo contará con:
Seis estudios de diseño que integran tecnología de realidad aumentada y modelado digital.
Espacios de prototipado y talleres para acercar la ingeniería al diseño.
Zonas de bienestar que incluyen gimnasios, áreas verdes, comedores masivos y salas de lactancia.
Más de 300 salas de colaboración con equipamiento de última generación.
En otras palabras, Ford no solo mueve escritorios: redibuja la forma en que la gente se conecta y crea dentro de la empresa.
Un adiós con historia
El traslado implica dejar atrás la “Glass House”, un edificio que acompañó los altibajos de la compañía desde el auge del Mustang en los 60 hasta la crisis financiera de 2008. Su demolición, programada para 2027, simboliza también el desprenderse de una era marcada por jerarquías rígidas y estructuras verticales.
El impacto estratégico
Expertos en movilidad e innovación señalan que la nueva sede responde a una tendencia: las grandes automotrices entienden que no basta con fabricar vehículos eléctricos, sino que necesitan ecosistemas de trabajo donde la cultura digital y la colaboración sean protagonistas.
En palabras de un analista de la industria: “La sede no es un capricho arquitectónico. Es un mensaje al mercado: Ford está dispuesto a reinventarse desde sus cimientos físicos hasta su modelo de negocio”.
¿Por qué importa?
Innovación integrada: diseño e ingeniería compartirán espacios para acelerar lanzamientos.
Talento: un campus moderno es también una herramienta para atraer a nuevas generaciones de ingenieros y creativos.
Simbolismo: en un sector dominado por narrativas de disrupción, Ford busca contar la suya sin dejar de mirar a su legado.
El reloj en marcha
La apertura está prevista para noviembre de 2025. Miles de empleados ya esperan la mudanza que transformará su rutina diaria. Y mientras el viejo “Glass House” se despide lentamente, Ford quiere dejar claro que la historia no termina: simplemente cambia de escenario.

