
Foto: Ricardo Burgos
Por Ricardo Burgos Orozco
Confieso no soy aficionado a la fiesta brava. Sólo una ocasión he visto una corrida completa y por casualidad: estaba en una gira de trabajo, en una sala de prensa en Querétaro, cuando vi por televisión “la despedida” de Manolo Martínez en la Plaza México, el 30 de mayo de 1982. La recuerdo muy emotiva porque quienes estábamos en esa redacción gritábamos ¡Oleeee! sin saber ni una pizca de tauromaquia. El torero regiomontano, ya fallecido, volvería a los ruedos cinco años después.
También recuerdo que alguna vez me invitaron a una novillada, me pareció salvaje que hirieran a los toros jóvenes; vi una estocada a uno de esos animales, le atravesó el cuerpo y así estuvo durante varios minutos hasta que el personal lo mató con un instrumento punzante en la cabeza. Me salí de la plaza minutos después con un muy mal sabor de boca.
La manera de ver ese espectáculo va a cambiar en la Ciudad de México con la propuesta de la jefa de gobierno, Clara Brugada, de hacer corridas de toros “sin violencia”, es decir, ya no habrá la posibilidad de herir ni lastimar al burel de ninguna manera, no se podrá usar artículos punzantes como banderillas, espadas y lanzas, sólo el capote y la muleta, estará prohibida la muerte del animal dentro y fuera de la plaza – cuando la corrida concluya se tendrá que devolver a su ganadería –, durante la corrida los cuernos del toro estarán protegidos para evitar lastimar a las personas o a otros animales y la corrida tendrá una duración máxima de diez minutos por toro.
La Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia opina que es una medida inviable realizar una lidia sin violencia, como proponen las autoridades capitalinas porque el toro es preparado específicamente para ese propósito. Tampoco, señalan, es viable devolver vivos a los bureles por temas fisosanitarios y no es posible torearlo dos veces porque se tornarían más peligroso.
El Diario de Yucatán realizó una encuesta sobre la iniciativa. Entrevistaron al especialista Antonio Rivera Rodríguez, quien dijo que es una burla a la dignidad de los toreros, ganaderos, aficionados y una falta de respeto al toro bravo; el presidente de la comisión de Mérida, Hernán Evia Góngora, señaló que la gente que desea un espectáculo taurino sin violencia desconoce lo que es la fiesta brava.
En contraparte, desde hace tiempo, hay gente que desmiente los mitos de la tauromaquia. Por ejemplo: aunque sean toros de lidia, sufren, como cualquier ser vivo con sistema nervioso central, a las heridas que les infringen durante una corrida; tampoco se justifica que las corridas deban preservarse por arte y tradición o porque dan trabajo a mucha gente.
Un amigo aficionado a los toros desde hace varios años — tanto que a sus mascotas las bautiza con nombres de toreros famosos –, también se queja de la prohibición de las corridas tradicionales, pero reconoce que a la Plaza de Toros México cada vez asiste un mayor número de “villamelones” (aquellos que no tienen la más mínima idea de lo que ocurre dentro de una corrida de toros y sólo van a la plaza para lucirse, tomarse selfies y dejarse ver por la multitud).
Soy de lo que están de acuerdo en que se realicen las corridas de toros con la nueva modalidad “sin violencia”, pero no sé si continuarían acudiendo los verdaderos seguidores de la tauromaquia; al igual que la fiesta brava, ya es tiempo de prohibir otros deportes como el boxeo y las luchas, que dejan carretadas de millones de dólares a sus promotores, pero que son generadoras de mucha brutalidad entre seres humanos. Suficiente con lo que leemos y vemos todos los días.