Lo que parecía un matrimonio sólido en los cielos llega a su fin. La alianza estratégica entre Delta Air Lines y Aeroméxico, que desde 2016 coordinaba vuelos, rutas y hasta tarifas entre ambos países, tendrá que disolverse antes del 1 de enero de 2026 por orden del Departamento de Transporte de Estados Unidos (DOT).
La noticia no es solo un tema corporativo: para los millones de pasajeros que cada año vuelan en el corredor México–EE. UU., la ruptura puede traducirse en algo muy concreto: cambios en el precio de los boletos.
¿Competencia que abarata o caos que encarece?
Durante casi una década, la alianza permitió a ambas aerolíneas “pensar como una sola” en más de 80 rutas transfronterizas. Esa coordinación, criticada por algunos como monopolio disfrazado, mantenía cierta estabilidad en precios y frecuencias.
Ahora, con cada empresa obligada a competir de nuevo, se abren dos escenarios opuestos:
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Una guerra de precios, donde cada aerolínea buscará quedarse con la mayor parte del pastel.
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O un efecto inflacionario, derivado de la duplicación de gastos operativos, ajustes logísticos y menor cooperación en rutas clave.
El pasajero, atrapado entre dos mundos
Quien viaja por negocios entre Nueva York y CDMX o quien busca vuelos familiares a Los Ángeles, Houston o Chicago podría ver alteradas sus opciones. Con la alianza, un pasajero podía comprar un boleto en Aeroméxico y volar en Delta (o viceversa) con beneficios como acumulación compartida de millas y conexiones fluidas.
A partir de 2026, se prevé que estos beneficios se reduzcan, lo que encarece y complica la experiencia de viaje: menos flexibilidad para conexiones, programas de lealtad fragmentados y mayores costos si no hay suficiente competencia.
Más allá de los vuelos estrella, la verdadera incógnita está en las rutas secundarias. Ciudades como Saltillo, Morelia o Hermosillo, que dependían de la coordinación para conexiones ágiles hacia EE. UU., podrían enfrentar tarifas más altas y menos opciones. Ahí es donde el impacto será más evidente: en quienes dependen del avión como herramienta de trabajo o movilidad.
La ruptura también amenaza con sacudir al sector turístico y a las pequeñas y medianas empresas que dependen de precios accesibles para mover personal o exportar bienes ligeros. Cualquier incremento de tarifas se reflejaría en el costo de hacer negocios entre México y Estados Unidos, en un momento en que el nearshoring necesita precisamente lo contrario: vuelos más baratos y accesibles.
El trasfondo político
El DOT justificó su decisión en nombre de la “competencia leal”. Pero detrás también hay una señal: el endurecimiento de las reglas en EE. UU. frente a asociaciones que concentran demasiado poder. En este caso, el cielo de Norteamérica se convierte en un tablero donde juegan geopolítica, negocios y movilidad.
Hasta diciembre de 2025, todo seguirá igual: tarifas coordinadas, beneficios compartidos y rutas conjuntas. A partir de enero, cada boleto será resultado de un mercado más incierto.
Lo único claro es que la separación no solo divide a dos aerolíneas: también abre un debate sobre quién paga los costos de la competencia, si los pasajeros o las compañías.
La pregunta que queda en el aire es directa: ¿el fin de esta alianza será el inicio de boletos más baratos o la excusa perfecta para encarecer cada vuelo?

