Opinión
Austeridad en discursos, derroche en facturas: La súper izquierda mexicana
El pasado 13 de agosto Día del Zurdo debió festejarse con manteles largos entre los políticos de la izquierda mexicana que viven el país que presume austeridad… mientras toman champaña y hacen viajes All Inclusive “con el sudor de su trabajo”.
En México, debería ser ley que los políticos viajen en el transporte público y acudan al servicio médico que usa toda la gente del país para solo así entiendan la urgencia de mejorar los servicios e instituciones y no presumir que es mejor que Dinamarca . La austeridad practicada por nuestros políticos es como la dieta de fin de año: suena muy bien hasta que aparece el pastel. Mientras el Gobierno reporta un subejercicio récord de 286,885 millones de pesos en el primer semestre de 2025 —sí, dinero que ni se usó ni se regresó—, entre más poder amasa el partido oficial más grande es la cuchara con la que se sirve.
Ahí tenemos a Segalmex, el programa que prometía comida barata para los pobres -y que tanto cacareaba AMLO- pero terminó sirviendo corrupción: un desfalco de más de 15,000 millones de pesos que desaparecieron bajo la sombra de la “austeridad republicana”.
Todo ese espectáculo tragicómico ocurre en un país con finanzas tiesas, déficit fiscal proyectado en 3.9 % del PIB para 2025 y crecimiento raquítico. Pero claro, los discursos siguen firmes: gobernantes sin presupuesto, programas sin financiamiento, justicia sin autocrítica… y todos tan dignos, tan austeros… mientras van cobrando sus cheques con zapatos de diseñador.
Pero eso es común ver esto, un 99% de los políticos tienen debilidad por el dinero rápido. Ahí tiene al caudillo de Maduro y sus 700 millones decomisados… algunas personas mal intencionadas seguro le quieren hacer pasar un mal rato, pero ¿será tiempo de poner a remojar las barbas de Morena antes de que salgan secretitos a la luz con todo lo que se está llevando en los casos de los Chapos en Estados Unidos?
Resulta que Nicolás Maduro, ese obrero con Rolex y mansiones, recibió una incautación de bienes por 700 millones de dólares, cortesía de EE.UU.: aviones, mansiones en República Dominicana y Florida, una granja de caballos, joyas, autos y efectivo como si fuera un catálogo de lujo mafioso. La fiscal Pam Bondi lo bautizó “crimen organizado versión narco‑jet‑set” y arrojó como guinda una recompensa de 50 millones por su captura, señalándolo por vínculos con los cárteles de Sinaloa y los Soles.
Ahora imaginemos a nuestros políticos en turno con esos viajes en primera, posados con empresarios y mochadas casi tan bien cubiertas como sus cuentas públicas. Seguramente no hay Rolex, pero sí fotos fingiendo “cercanía” con el pueblo mientras se clavan el catering y el boleto de avión. Y como el dinero público es tan transparente como la política, pues… todo queda muy, muy discreto.
La izquierda pobre que no ve problema en ser rica… pero con estilo.
Cómo olvidar aquella mañanera donde el gurú del bienestar se aventó su frase de la “aspiracionalidad causa infelicidad”. En su momento el Presidente -bueno y puro-nos guiaba por el buen camino como un consejero de mindfulness en Palacio Nacional, pero eso no impidió que sus allegados —esos mismos que predican el no acumular— volaran en privado, se fotosuban en villas de lujo y hagan colaboraciones influencer-style para justificar sus gastitos en nombre del “pueblo”, para después salir con que todo lo lograron con mucho esfuerzo por sus extenuantes horas de trabajo acumuladas (como por ejemplo un puesto de chocolate para justificar un sueldo de $80,000 pesos)
Imagina la escupida en la cara que es ver a tu círculo más cercano paseando por yates, hoteles boutique o cenas VIP, todos con el discurso del “servir con austeridad” bajo el brazo.
En el teatro de la austeridad mexicana, hay personajes que entran por la puerta chica con discurso pro‑pueblo y salen por la grande con boletos de avión a escala en Tokio, Madrid o Ibiza. A saber: Andrés Manuel López Beltrán desayuna en hoteles de lujo en Japón por unos módicos USD 400 la noche, mientras dice que pagó todo de su bolsa, claro, esa misma que jamás cuenta con tour continental de austeridad.
Mientras tanto, Ricardo Monreal se da sus vacacioncitas románticas en España desde restaurantes caros, justificándolas como “personales”, aunque en plena Cuarta Transformación eso suena tan congruente como pantalones de diseño en manifestación campesina.
Y no es todo luz y virtud: diputados como Sergio Gutiérrez Luna o Fernández Noroña han sido cazados mostrando objetos de lujo y comportamientos que deberían ser anatema en un bazar de austeridad.
Frente a esto, Claudia Sheinbaum sacó su mejor cara de madre dijo que “el poder se ejerce con humildad” y que cada quien será juzgado por su comportamiento (sin mencionar qué castigo toca por montar un brunch en Tok‑yo).
Luisa María Alcalde, por su parte, pidió que se dejaran las exhibiciones de riqueza y se volviera a la “justa medianía”, aduciendo que el daño a la imagen de Morena sería tan profundo como un tuit de AMLO en pleno mitin.
Mire usted, al final, el verdadero lujo en la política mexicana no son los relojes, las cenas de tres mil pesos o los viajes a medio mundo con maletas llenas de “humildad”, sino la capacidad de gastar sin remordimientos mientras el país se cae a pedazos.
Mientras en la CDMX y el país hay prioridades realmente urgentes de atender, seguimos mirando cómo se reparten el dinero con máscara de inocentes. Es la incongruencia más cara que pagamos: una élite política que viaja, gasta y presume. La verdad incómoda que pocos quieren ver es que, en gran parte del mundo, la izquierda en el poder no se parece en nada a la que gritaba en mítines y marchas. Cambia el color del partido, cambia el logo, pero la receta es la misma: discursos sobre igualdad, justicia social y lucha contra la élite… mientras sus líderes se instalan cómodamente en la misma élite que juraron combatir.