Cuando la vida tiembla, hay quienes deciden danzar con el temblor. Así lo demuestra Alicia Aurora González Sánchez, actriz, activista y creadora escénica mexicana que está a punto de escribir una página histórica en el teatro mundial. Con su obra Atototzli y su inseparable compañera Mila —una perra de alerta médica—, Alicia representará a México en el Festival Primaveral de Avignon en Francia, uno de los foros teatrales más importantes del mundo.
Pero esta historia no es sólo una de talento y aplausos, sino de lucha, resiliencia, discapacidad y esperanza. Una esperanza con cuatro patas, pelaje blanco y gris, y un olfato capaz de detectar convulsiones antes de que ocurran.
Una historia que comienza en el cuerpo
Alicia vive con epilepsia de difícil control, una condición neurológica que durante años le provocó crisis catameniales —relacionadas con los cambios hormonales del ciclo menstrual—. Después de intentarlo todo, la única opción fue una histerectomía. “No fue fácil despedirme de una parte tan simbólica de mi cuerpo”, confiesa. Pero con la cirugía llegaron menos crisis, y con menos crisis, más libertad.
“Desde niña soñé con actuar. Pero los diagnósticos, el estigma y los miedos ajenos intentaron convencerme de que no podía. Así que escribí mi propia historia”, relata.
De ese acto de resistencia nació Atototzli, una obra que recupera la voz de la única tlatoani mujer en la historia del imperio mexica: hija de Moctezuma, gobernante legítima, borrada por los libros pero resucitada por el arte. Un espejo del propio recorrido de Alicia: silenciada, pero ahora escuchada en los escenarios más exigentes.
Mila, compañera de vida y de escena
Mila no es una actriz, pero sí una profesional. Esta husky siberiana es una perra de alerta médica, entrenada para detectar las señales bioquímicas que anteceden una crisis epiléptica. Gracias a ella, Alicia puede anticipar el peligro y actuar a tiempo. Literalmente.
“Actúo con ella a mi lado. Su presencia no interrumpe la narrativa, la hace posible”, explica la actriz. Y es cierto: Mila no está en escena para dar ternura o espectáculo, sino para sostener la vida.
En México, los perros de asistencia médica todavía son poco conocidos. A diferencia de los perros de apoyo emocional, estos animales son entrenados rigurosamente para realizar tareas relacionadas directamente con una discapacidad o condición médica: abrir puertas, alertar convulsiones, detectar cambios de azúcar, o asistir en casos de ansiedad y estrés postraumático. Mila es parte de ese escaso y valioso grupo.
Rumbo a Avignon: arte, discapacidad e identidad
Alicia será la primera artista mexicana con epilepsia en presentarse en el festival de Avignon acompañada por una perra de alerta médica. Y no lo hará sola. En escena compartirá espacio con Mextizzo, un colectivo de mujeres danzantes que reinterpretan la raíz prehispánica desde el cuerpo, la resistencia y la feminidad indígena.
El viaje es simbólico y político. Van ellas, pero también van con ellas las historias borradas, los cuerpos silenciados, las discapacidades invisibilizadas y el arte que tiembla, pero no se rinde.
Un mensaje para quienes tiemblan
Más allá del logro artístico, Alicia deja un mensaje poderoso para quienes viven con epilepsia:
“Si tú tienes crisis, quiero que sepas algo: tienes derecho a soñar.”
Y ese sueño, hoy, tiene nombre: Mila. La esperanza que camina junto a una artista mexicana que se atrevió a desafiar el diagnóstico y escribir su propia narrativa desde el temblor.
Porque en una sociedad que a veces invisibiliza a las personas con discapacidad, ver a una mujer como Alicia subir a un escenario internacional no es solo un triunfo personal. Es una declaración política. Es poesía que respira. Es teatro que salva.
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