Julio 2025. Este año, el Día Mundial del Cerebro -el 22 de julio- tiene una connotación especial: ocurre en medio del auge de la expresión brain rot o “podredumbre cerebral” como la palabra del año, según el afamado ranking de la Universidad de Oxford.
En efecto, recientemente, decenas de investigaciones académicas han hallado evidencia científica de que el consumo excesivo de contenido digital, especialmente en redes sociales y plataformas de video, puede reducir la materia gris del cerebro humano acortando la capacidad de atención y debilitando la memoria.
Ese deterioro cognitivo tiene que ver, sostienen diferentes expertos, con el consumo excesivo de contenido digital que prioriza la inmediatez y el entretenimiento sobre la profundidad o el aporte intelectual. Algo que algunos llaman ‘basura digital’.
El fenómeno ha sido objeto de análisis en la Comisión Intergubernamental de Ética de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
“La diversidad mediática debe jugar un papel activo en la promoción de valores éticos y morales, contrarrestando la violencia y banalidad que a menudo impregnan las redes sociales. La salud mental de nuestros jóvenes es una prioridad, y es responsabilidad de todos trabajar juntos para crear un entorno digital más saludable y equilibrado”, dijo la vicepresidenta del Comité de Bioética de ese organismo de la ONU, la bióloga Gabriela Jiménez Ramírez.
En este sentido, Jiménez recomendó cinco prácticas que ayudan a contrarrestar los efectos del consumo digital excesivo y garantizan un cerebro saludable.
1. Limitar el tiempo en redes sociales y establecer zonas libres. Restringir el uso de redes sociales puede mejorar notablemente el estado de ánimo y reducir síntomas de ansiedad y depresión. Se recomienda además crear espacios físicos libres de dispositivos electrónicos para permitirle al cerebro recuperar estados de atención profunda y fomentar conexiones sociales significativas.
2. Practicar descansos digitales. Solo 10 minutos diarios de atención plena (mindfulness) pueden fortalecer la corteza prefrontal y disminuir la activación de la amígdala, que se asocia al estrés crónico. Los descansos intencionales del entorno digital ayudan a prevenir la fatiga cognitiva y a restablecer el enfoque.
3. Ejercicio físico e interacción presencial. Favorece el flujo sanguíneo cerebral, la memoria y el bienestar emocional. El ejercicio aeróbico regular, como caminar o andar en bicicleta, se ha vinculado con un aumento del volumen del hipocampo, la región cerebral responsable de la memoria. Asimismo, las relaciones cara a cara estimulan la oxitocina y la dopamina, neurotransmisores clave para la regulación emocional, reduciendo el riesgo de aislamiento y deterioro cognitivo en el largo plazo.
4. Desarrollo de hobbies. A diferencia del consumo de contenido fragmentado y superficial, leer libros o involucrarse en pasatiempos como tocar un instrumento o dibujar activa múltiples redes cerebrales al mismo tiempo. Estas prácticas no solo fortalecen la memoria de trabajo y el pensamiento crítico, sino que también construyen una “reserva cognitiva” que protege al cerebro frente a enfermedades neurodegenerativas, según publicaciones de Frontiers in Psychology.
5. Dormir bien y a horarios regulares. Durante el sueño, especialmente en las fases de ondas lentas (sueño profundo), el cerebro reorganiza la información aprendida y fortalece las conexiones neuronales. Además, el sistema glinfático —responsable de limpiar los desechos celulares como la proteína beta-amiloide— se activa principalmente mientras dormimos, lo que protege contra el deterioro cognitivo. Dormir mal, en cambio, aumenta la impulsividad y disminuye la capacidad de autorregulación frente a estímulos digitales, según investigaciones del NIH y la Harvard Medical School.
