15 abril, 2025 7:35 AM
Ricardo Burgos

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Por Ricardo Burgos Orozco
Franz Kafka fue un escritor checo que vivió de 1883 a 1924; es uno de los escritores más importantes de todos los tiempos en la literatura universal; fue el primero en mezclar realismo y fantasía en sus obras con temas como ansiedad, existencialismo, brutalidad física y psicológica, culpa, filosofía del absurdo. Por eso se dice en tono jocoso e irónico que si Kafka hubiera nacido en México sería escritor costumbrista.

Me acordé de esa frase al ver lo que está pasando con el anuncio el 2 de abril reciente de la aplicación de aranceles para casi todo el mundo por parte del presidente norteamericano, Donald Trump, para empezar una guerra comercial a niveles que nunca antes se había visto, pero México es el único país que aplaude, como si eso fuera una victoria nacional, mientras las demás naciones se preocupan, como bien cabeceó su nota de portada el periódico Reforma del pasado 4 de abril.

Los aranceles son impuestos a un producto extranjero y el mandatario estadounidense los está cargando a un número importante de mercancías y países, según él con la finalidad de proteger a las empresas nacionales con el supuesto de que existe una competencia desleal e inequitativa.

México va a tener aranceles del 25 por ciento para todos los bienes que estén fuera del T – Mec, es decir, el convenio que tiene nuestro país con Estados Unidos y Canadá. La nueva carga impositiva la llevarán automóviles, piezas de automotores, acero, aluminio, productos de energía como potasio y fertilizantes. La libraron de impuesto por el momento: agroalimentarios, manufacturas electrónicas, eléctricos, químicos, ropa y calzado, dispositivos médicos y farmacéuticos y maquinaria y equipo. Digo por el momento porque Donald Trump ya declaró que no está de acuerdo con el T – Mec y nada le cuesta terminarlo; es un hombre impredecible e insaciable para los negocios.

Pero, mientras la mayoría de los países ya está librando una batalla contra los aranceles de Trump — e internamente ya empezó el descontento ciudadano contra el mandatario estadounidense –, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum Pardo presume de triunfos kafkianos ante su inmensa clientela; primero en un mitin populachero y muy aplaudidor en el Zócalo de la Ciudad de México –antes del 2 de abril — y después en un acto en el Museo de Antropología lleno de loas y buenos deseos con un público más reducido y elitista. Demagogia sin resultados definidos.

La presidenta Sheinbaum presentó en el Museo de Antropología el Plan México 2.0 con puras buenas intenciones y utopías; pretende fortalecer el mercado interno y el salario, aumentar la soberanía alimentaria y energética; incrementar la producción nacional y disminuir las importaciones con países con los que no se tiene tratado comercial y fortalecer los programas de Bienestar, es decir, más dinero directo a más mexicanos, pobres o no.

Aunque en los últimos días empresas como Netflix, Amazon, Royal Caribbean Group, Woodside Energy y Mexico Pacific, han anunciado inversiones en México, la realidad – por el efecto Trump — es que la iniciativa privada tiene mucha desconfianza en invertir, está habiendo retracción en el mercado, la generación de empleos está frenada, el peso frente al dólar en un desequilibrio cada vez mayor, el gobierno no tiene dinero y le busca por donde pueda: con Andrés Manuel López Obrador saquearon las Afores de los mexicanos y los fondos del Infonavit con Claudia Sheinbaum Pardo, pero no es suficiente y le están buscando por otras vías.

Estamos en riesgo de una recesión grave, pero el gobierno de la Cuarta Transformación está viendo y no ve.