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La inmaculada percepción

Por Ricardo Burgos Orozco
Recuerdo un episodio terrible cuando yo trabajaba en la Secretaría de Salud en 2003 cuando el entonces titular de esa dependencia, Julio Frenk Mora – un sanitarista frío con poca visión humanista y sin pizca de sensibilidad – visitó el hospital de Comitán, Chiapas, después del fallecimiento de varios bebés por causas desconocidas. El titular de Salud se atrevió a decir frente a las mamás dolientes que “por fortuna, la mortalidad infantil ha disminuido en el país”. De inmediato recibió el rechazo no sólo de ellas sino de todo el estado por atreverse a hacer esa declaración ante el dolor materno.

Para el gobierno – no importa el sexenio que sea, neoliberales o de la Cuarta Transformación – las estadísticas oficiales de violencia y crimen siempre irán en disminución. En mayo pasado, el Grupo Interinstitucional de la Estrategia Nacional de Protección Integral para las Mujeres, Niños, Niñas, Adolescentes y Adultos Mayores que viven en violencia de género reportó que el feminicidio disminuyó 26.8 por ciento respecto al máximo histórico de agosto de 2021 y mantiene una tendencia a la baja.

Habría que platicarles que bajó la violencia, el crimen y los feminicidios a los familiares y amigos de Irma Hernández Cruz, taxista y maestra jubilada del municipio de Alamo de Temapache, Veracruz, que el mes pasado fue hallada muerta cuando días antes había sido obligada a grabar un video en donde pedía a los taxistas como ella, pagar cuotas al grupo delincuencial que opera en la zona. En una escena más de película de terror se veía a ella de rodillas, con el rostro cubierto, rodeada de hombres armados. La mujer tenía 62 años de edad.

La gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, informó en su momento que Irma Hernández Cruz falleció de un infarto después que los criminales la violentaron hasta que se les dio la gana; la dejaron sin vida y huyeron cuando vieron que el Ejército estaba cerca. ¨Por supuesto, la mandataria afirmó lo que se dice en estos casos: “su asesinato no quedará impune”.

Hace unos días, el niño Fernando, de cinco años de edad, fue secuestrado de su casa en Los Reyes la Paz, Estado de México, por una deuda de su madre por mil pesos, que ella no pudo saldar. Se sabe que la señora pidió un préstamo a un grupo de vecinos para costear el cambio de domicilio realizado un par de meses atrás y como no pagaba, se llevaron al pequeño como garantía.

La mamá estuvo yendo durante varios días a una vecindad donde tenían a Fernando, pero no se lo devolvieron porque no liquidaba su deuda. Días después, ella acudió a presentar una denuncia ante la Fiscalía de Justicia del Estado de México por privación ilegal de la libertad. También había buscado que la auxiliarán la policía municipal y el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF. Ninguno le hizo caso.

Con la denuncia, la Fiscalía realizó un cateo en la casa donde supuestamente vivían los acreedores de los mil pesos, percibieron un olor fétido en unas bolsas negras en el interior y descubrieron que eran los restos en estado de descomposición del niño de cinco años de edad. La policía detuvo a un hombre y dos mujeres, presuntamente responsables del asesinato. Todo por una deuda de mil pesos.
En ambos casos — hay muchos miles más similares, diario y a cada rato en todo México – los familiares cercanos, los amigos, los conocidos, jamás creerían que han disminuido la violencia, los feminicidios, los infanticidios y los crímenes sin sentido. La inmaculada percepción.

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