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La gran apuesta del Cablebús de Mixcoac

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A los vecinos de la Benito Juárez parece no gustarles la idea del Cablebús cruzando en sus azoteas, quizás temen que su plusvalía baje o que el suelo les abra una grieta bajo los pies, o que les vuelva el agua con huachicol a sus hogares. Mientras tanto, legisladores y sus amiguitos contratistas ya van contando billetes, o al menos eso insinúa la oposición -que quizás ardida de no llevarse rebanada de ese pastel anda con todo contra el proyecto-.

Sí, señor, el flamante Cablebús Mixcoac, ese proyecto que debió ser un “transporte seguro e innovador”, amenaza con convertirse en la versión capitalina de la ruleta rusa según sus opositores.

1. “¡No hay fallo geológico que detenga el negocio!”

La diputada Liz Salgado, del PAN, tuvo el valor de recordar –con cara de póquer– a la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, que en Mixcoac no solo hay microsismos desde 2023, sino dos fallas geológicas merodeando la zona: la Plateros-Mixcoac (a apenas 100 metros del CETRAM) y la Barranca del Muerto, esa que corre paralela al trazo del Cablebús. Mientras los vecinos ahora además de temblorcitos se apurarán de una cabina voladora que le quite lo cool a su roof garden.

2. La gran apuesta… de los opositores

Los grupos de colonos de Mixcoac y Nonoalco se han organizado ante los abusos de las Rutas como la 57 que estacionan camiones como si fuesen tráilers vip. La diputada Salgado exige un plan integral para ordenar el transporte concesionado y el comercio ambulante. Pero, ¿servirá de algo? O más bien, ¿será esta la gran apuesta de la oposición para ganar puntos mediáticos… mientras el polvo tapa los baches?

3. ¿Transporte público a qué precio?

Retrocedamos unos años. En 2019, la Secretaría de Movilidad abrió la licitación del Cablebús. Al parecer, sólo hubo dos interesados: Doppelmayr (los austriacos que saben de teleféricos) y su compadre local Gami, Ingeniería y Construcciones. Ninguna otra empresa quiso competir… ¡por el jugoso contrato de 2,925 millones de pesos! Casi 3 mil millones para 9.2 kilómetros de ruta y 377 cabinas. Si hacemos cuentas rápidas, cada cabina salió en más de 7.7 millones de pesos. Casi nada. Luego, la operación y el mantenimiento anual de regalo. Uno se pregunta: ¿quién necesita un hospital bien surtido de medicinas y doctores bien pagados cuando puedes invertir en un Cablebús?

4. Las revisiones de julio: “descanso” o puente hacia la quiebra vecinal

Ah, pero la burbuja no explota tan fácil. Para “garantizar un servicio seguro”, el STE anunció que del 14 de julio al 10 de agosto se cierran las líneas 1, 2 y 3 del Cablebús. La magia se repite: revisiones preventivas, mantenimiento electromecánico, cambio de rodamientos, ajuste de cables… En la práctica esto significa que 8,000 personas por hora que confiaban en el teleférico ahora se apelotonan en autobuses RTP gratuitos. ¡Adiós al bono de puntualidad!

Los usuarios, claro, se preguntan si esta pausa ayudará a pulir defectos o más bien servirá para que los ejecutivos de Doppelmayr y Gami facturen horas extra de ingeniería. Porque nadie olvide que esa lana la pagamos todos, no viene de la bolsa particular y la bondad de esos funcionarios.

5. “Disminuyendo desigualdades”… con el bolsillo de todes

Publicidad gubernamental: “Transporte seguro e innovador que disminuye las desigualdades”. Realidad ciudadana: “¿Y la desigualdad de pagos infinitos por mantenimiento y nueva obra quién lo controla?”. La paradoja es digna de guion de Black Mirror: felicitamos el avance tecnológico, pero nuestro bolsillo sufre cada ocurrencia que tienen.

Mientras tanto, Gami presume sus proyectos en Santa Lucía y Tren Maya; Doppelmayr presume 120 instalaciones en 5 años. Ambas presumen trenes en Bolivia y funiculares en Colombia, pero aquí en Mixcoac, la gran apuesta es que no les caiga una roca encima… o peor, -tocamos madera- que pase una tragedia por la terquedad de hacer business.

6. ¿Quién paga el pato (o la cabina)?

El plan de Salgado -la intrigosa mal pensada del PAN- manda meter un apartado en el proyecto para explicar cómo se van a mitigar riesgos geológicos y qué medidas de seguridad implementarán. Porque, a fin de cuentas, nadie quiere que una cabina se convierta en un columpio mortal. Pero sobre todo quieren saber cuántos millones adicionales costará ese “plus de seguridad”.

Muchos vecinos lo ven claro: “La gran apuesta” para el gobierno es ganar simpatía regalando discursos de seguridad; “el gran negocio” para contratistas y técnicos es extender revisiones, contratos y facturación. ¿Valdrá la pena como tanto anuncian?, que el pueblo decida de verdad y no intereses de unos pocos como en la vieja república neoliberal de la que nos rescataron.

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