28 junio, 2024
30 años EZLN

Hace unos días reapareció en la escena pública el Subcomandante Marcos, que en los últimos años devino en Capitán Marcos. Estuvo en la conmemoración del 30 aniversario del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. No dio discurso alguno, apenas se dejó fotografiar para mostrar que la vida lo ha tratado bastante bien, se le ve con panza rechoncha, eso sí, parece que su pasamontañas y pipa son los mismos de hace 3 décadas.

El Ángel Caído, retirado del cigarrillo, se pregunta ¿qué marca de tabaco fumará Rafael Sebastián Guillén Vicente? ¿Sus pulmones son eternos? ¿Al menos 30 años fumando pipa y no tiene ni un rasguño en la garganta? Maldita sea, fue un error elegir para los últimos años humeantes los cigarrillos light con filtro, la verdadera opción menos dañina era la pipa y el tabaco crudo.

Bien lo recuerda este Ángel Caído, estaba su último año de bachillerato en el glorioso Colegio de Ciencias y Humanidades Sur cuando el EZLN declaró la guerra al estado mexicano, encabezado en ese entonces por el inefable Carlos Salinas de Gortari, quien rumbo a su último año de gobierno juraba que dejábamos de ser tercermundistas y con el Tratado de Libre Comercio con EU y Canadá le entrabamos de lleno al primer mundo.

En el CCH, cuna de grandes grillos y hoy vacas sagradas del establishment, el avispero estaba alborotado. Más de medio alumnado afilaba la navaja de marca suiza, preparaba la cantimplora y por supuesto, agotaba en los tianguis cualquier tipo de pasamontañas, porque definitivamente iríamos a la guerra. “Ingue su madre, abajo el régimen.

En los salones de clases, todas las materias, incluso de química, física o matemáticas, el único tema en enero de 1994 fue el alzamiento armado y la organización de caravanas para ir a Chiapas.

El Ángel Caído, fiel a su estilo de ir a contracorriente de las multitudes, se limitó a evitar ponerle a la marihuana en pipa y sumarse a la moda EZ; se decantó por los John Player Special, a los que consideraba dignos de su porte mamón y de alta monta, y que además le valían las sonrisas de las jóvenes de San Ángel, que pululaban en el CCH sur.

También se dio tiempo para conversar con sus familiares más antiguos, que le relataron las glorias de ancestros que efectivamente pelearon una guerra revolucionaria al lado del General Emiliano Zapata.

Conclusión de enero de 1994: mis ancestros ya pelearon al lado del auténtico ejercito zapatista. Tengo derecho a mirar esta neo fresa batalla desde el televisor.

Tiempo después, en la caravana zapatista hacia la Ciudad de México, el Ángel Caído pudo ver a Rafa Sebastián pasear por un pueblo del sur de la ciudad, en plan de incógnito. “¿Eh tío, por qué no traes la pipa?”, le pregunté. Él se limitó a sonreír.

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