16 mayo, 2025 5:05 AM
La capilla se concluyó hacia 1665, pero sus retablos primitivos (atribuidos a Tomás Juárez), ardieron en un incendio, en 1711. Foto Gerardo Peña, INAH

La capilla se concluyó hacia 1665, pero sus retablos primitivos (atribuidos a Tomás Juárez), ardieron en un incendio, en 1711. Foto Gerardo Peña, INAH

Rodeados por las huestes celestiales, en tiempo récord de una semana y media, docentes y estudiantes de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), “Manuel del Castillo Negrete”, intervinieron los retablos de la Capilla de los Santos Ángeles, “el conjunto más armónico entre las capillas de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México”, según se lee en su cédula.

Se trata de la primera ocasión que el complejo catedralicio abre sus puertas a este centro educativo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), órgano de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, para desarrollar labores de conservación, restauración e investigación in situ en uno de sus bienes patrimoniales.

Los académicos que coordinaron los trabajos, Mercedes Murguía Meca, Luis Amaro Cavada y Yolanda Madrid Alanís, destacaron este gesto de confianza por parte de las autoridades eclesiales, como un aval importante para la ENCRyM, institución con 57 años de trayectoria, la más importante de América dedicada a la formación de excelencia en estas materias, por lo que la participación de sus estudiantes es garantía de contar con personal calificado.

El obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México, monseñor Carlos Enrique Samariego López, expresó su satisfacción por las tareas con las que se recuperó el resplandor de cada escultura estofada y policromada del retablo central y los laterales de la Capilla de los Santos Ángeles, donde se celebran bautismos.

Las labores, anota el prelado, representan el inicio de un proyecto integral para atender la preservación de las capillas de la catedral, para lo cual se espera contar con el apoyo de la ENCRyM.

“Un caos organizado”

Fuera de la cinta de acordonamiento, los feligreses y visitantes del conjunto catedralicio observaron la escena: un “caos organizado”, semejante a las hormigas en la construcción de su nido.

Una veintena de jóvenes, la mayoría estudiantes del cuarto semestre, quienes cursan el Seminario Taller de Restauración de Escultura Policromada (STREP), así como también becarios, se distribuían en los cinco niveles de los andamios, nueve torres de 11 metros de altura, para alcanzar, con aspiradora y otros instrumentos de limpieza, hasta los más recónditos recovecos.

Con overoles y equipo de seguridad, de forma individual o por pares, los alumnos atendían un elemento en particular. Desde el banco, la franja inferior del retablo principal, algunas jóvenes limpiaban los medallones que indican el patrocinio de los retablos: ESTE COLATERAL SE HIZO DE LOS BIENES DE JUAN CABALLERO Y OSSIO. AÑO 1713, aludiendo al sacerdote queretano (1644-1707), célebre por su caridad.

Un nivel más arriba, otro grupo retiraba, con hisopos impregnados de solventes, la suciedad incrustada en molduras y los cuerpos rollizos de serafines y querubines. Encima de ellos, se daban los últimos retoques a las vestimentas de los arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, al igual que a las esculturas de Jesucristo, el Espíritu Santo y Dios Padre, que aparecen de forma ascendente en la calle central del retablo.