La crisis del comercio informal ha dejado de ser una problemática económica o de seguridad, para convertirse en un asunto de movilidad urbana. La ocupación sistemática de banquetas, pasos peatonales y paraderos de transporte en zonas clave como el Centro Histórico, Izazaga, Eje Central, Pino Suárez y Garibaldi, ha derivado en un fenómeno de estrangulamiento peatonal con consecuencias cotidianas y estructurales.
De espacio público a zona de riesgo
La expansión del comercio ambulante no sigue una lógica comercial: responde a vacíos de autoridad, zonas grises legales y colusión entre líderes de comerciantes y funcionarios. Según datos del Gobierno capitalino, más de 95 mil puestos irregulares operan diariamente en calles del primer cuadro de la ciudad.
El resultado: peatones obligados a caminar sobre el arroyo vehicular, personas con discapacidad o adultos mayores sin acceso seguro, y rutas de evacuación bloqueadas en zonas de alto tránsito.
Movilidad, salud y seguridad: tres frentes comprometidos
La obstrucción peatonal ha generado efectos en cadena:
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Aumento de accidentes viales menores, al compartir espacio peatón-vehículo.
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Retardos en corredores de transporte público como Eje Central y Pino Suárez.
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Aumento de la contaminación auditiva y visual por aglomeración desordenada.
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Riesgos sanitarios por manipulación de alimentos sin regulación.
El Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP) ha advertido que sin banquetas seguras, la intermodalidad se rompe y los sistemas como EcoBici, Metro o Cablebús pierden efectividad.
Territorios sin Estado
Zonas como Plaza de la Tecnología, Corregidora, Circunvalación y alrededores del Metro Merced ya operan como mercados paralelos permanentes. Pese a múltiples intentos de reordenamiento, los programas de regularización han fracasado por falta de seguimiento, resistencia social o negociación clientelar.
Algunas alcaldías han aplicado “tolerancia controlada”: permitir puestos informales en horarios limitados, pero sin solución de fondo. En el corto plazo, el orden cede terreno al caos por omisión política.
La movilidad peatonal es un derecho urbano
La movilidad peatonal no es solo una cuestión de accesibilidad: es un derecho urbano. Sin banquetas libres y funcionales, se compromete la seguridad, la dignidad y el tiempo de quienes más utilizan el espacio público: trabajadores, estudiantes, personas cuidadoras y adultos mayores.
La invasión de comercio informal no debe enfrentarse desde la criminalización, pero sí desde una planificación seria, que recupere el equilibrio entre actividad económica y derecho al tránsito.
La Ciudad de México vive una crisis que no ruge, pero asfixia. No se trata de autos, sino de banquetas perdidas. La movilidad humana comienza con el paso más básico: uno que hoy, en muchas calles, ya no tiene espacio.

