
Foto: Ricardo Burgos
ATOLE CON EL DEDO
Por Ricardo Burgos Orozco
En mi época de primaria y secundaria nunca se habló de programas nutricionales en las escuelas. Casi siempre llevaba a clases una torta de huevo o de frijoles con agua de sabor o cuando se podía mi mamá me daba un peso y con eso compraba en la Cooperativa Escolar una torta de jamón con pan bolillo – muy sencilla –, que costaba 50 centavos y una Coca Cola de 35 centavos. Todavía me sobraban 15 centavos y me los gastaba en Toficos (unos chiclosos muy ricos que ya no existen).
En aquel entonces había muy contados compañeros pasados de peso, como ocurre ahora. Por eso los apodábamos “El Gordo”; a las niñas con problemas de peso, cuando menos yo nunca les puse apodos groseros o despectivos, pero sí supe que las compañeras eran muy hirientes
Durante los once años que trabajé en la Secretaría de Educación Pública tampoco vi muchos estudiantes con sobrepeso en las escuelas, sobre todo en la Ciudad de México.
En una escuela de mil alumnos a lo mejor observé cuatro o cinco estudiantes pasados de pesos, pero, según las estadísticas oficiales, México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil con el 37.3 por ciento en niños de cinco a 11 años de edad.
Desde hace años el problema nutricional en las escuelas se ha convertido más en una cuestión política que en una verdadera intención para resolverlo; atole con el dedo, a final de cuentas. Cada administración ha presentado distintas estrategias de alimentación para los estudiantes de nivel básico – kínder, primaria y secundaria –, desde los famosos desayunos escolares – que me tocaron –, pero que no eran una solución sana para las niñas y niños, sólo parte de un programa para aliviar el hambre de los alumnos pobres.
En el sexenio de Enrique Peña Nieto se implementó un programa de nutrición escolar y se habló de combatir la obesidad infantil en serio. Se impusieron estrictas medidas para que las cooperativas escolares únicamente vendieran alimentos sanos y dejarán los “productos chatarra” a un lado; también se prohibió la venta de refrescos; sólo se expendía agua de frutas. Esa estrategia fue pareja para escuelas públicas y privadas. Con el paso del tiempo y el cambio de administración gubernamental se fueron relajando las medidas de alimentación sana para los alumnos.
Ahora con Mario Delgado Carrillo como secretario federal de Educación Pública – con un paso muy corto y desapercibido como secretario de Educación de la Ciudad de México de 2010 a 2012 – habrá nuevos lineamientos de alimentación en las escuelas para niñas, niños, adolescentes y jóvenes, obligatorios a partir del 29 de marzo de 2025 para todos los niveles escolares, desde educación inicial hasta media superior y superior.
El nuevo programa contempla ocho acciones prioritarias: impedir la venta de alimentos ultra procesados y con bajo valor nutricional en espacios escolares; promover el consumo de agua natural en las escuelas, con instalación de bebederos; capacitar a los responsables de las cooperativas escolares para priorizar el consumo de alimentos locales y de temporada; emitir una estrategia de comunicación para la comunidad escolar sobre el buen comer; preparar contenidos en los libros de texto gratuitos sobre alimentación saludable; crear cursos y diplomados para docentes; promover el deporte y un seguimiento permanente al programa. Lo mismo que con Enrique Peña Nieto.
El meollo del asunto está en el seguimiento porque hacer que cambien de pronto sus hábitos alimenticios, sobre todo los jóvenes, es una tarea más que titánica. Pienso que debieron empezar con los estudiantes de nivel escolar básico, pero el gobierno quiso irse por soluciones macro que son menos efectivas y más tardadas, pero que son de impacto mediático.
Difícil que tenga mucho éxito este refrito de programa de nutrición escolar. Sospecho que nuevamente será darle atole con el dedo a los mexicanos.