Ricardo Burgos

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Por Ricardo Burgos Orozco
Vi hace unos días la película El Aprendiz, la historia de la vida como empresario inmobiliario en los años setentas y ochentas del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El drama pasó casi desapercibido en México cuando se estrenó en octubre del año pasado, pero el actor Sebastian Stan, en el papel del mandatario norteamericano y Jeremy Strong, como el abogado que forjó su carrera financiera, están nominados como mejor actor y actor de reparto, respectivamente, en los Premios Oscar a entregarse el 2 de marzo próximo.

Tanto Sebastian Stan como Jeremy Strong hacen excelentes actuaciones en una historia que el propio Trump ha rechazado como veraz, pero la realidad es que pinta de cuerpo entero los inicios del hombre que por ahora es el más poderoso del mundo y que amenaza con hacer cumplir todas sus amenazas contra infinidad de países.

Aunque el mandatario estadounidense niegue parte de la historia de la película El Aprendiz, no puede contradecir que su mentor fue el oscuro Roy Cohn, abogado homosexual, en su tiempo de gran influencia en la política y en la cultura de la Unión Americana y que cuando, años después, ya enfermo, pidió el apoyo de Trump, este se lo negó. Murió de sida en 1986.

Pese a morir casi abandonado, Roy Cohn forjó el carácter de Trump, le enseñó y le abrió las puertas para cumplir sus metas, a costa de lo que fuera, con sobornos y amenazas a funcionarios públicos, entre muchas más cosas que hizo. Cohn le mostró a Trump que para llegar adonde quería, no debía tener límites y eso Trump lo aprendió perfectamente.

Otro de los personajes que inspiraron el carácter de Donald Trump fue quien fuera presidente republicano de Estados Unidos por dos periodos y gobernador de California, el exactor Ronald Reagan, que apoyó movimientos anticomunistas en todo el mundo y fortaleció el poder bélico norteamericano.

Alguna vez le preguntaron a Donald Trump cuando era un empresario exitoso si le gustaría ser presidente y desde aquel entonces vislumbró que sí le gustaría sólo para hacer más grande a su país. Ahora en su segundo periodo, que empezó el 20 de enero pasado, el presidente viene con más experiencia y con más decisión para cumplir los pendientes que dejó en 2021 en su primer periodo.

Por eso, el mandatario no tiene límites; así fue en su momento cuando era empresario inmobiliario. Está ejerciendo ahora una férrea política antiinmigrante y expansionista, con amenazas de aplicar aranceles de 25 por ciento a los países que no cumplan sus peticiones.
A México le exige combatir con mayor firmeza a las organizaciones criminales que trafican con drogas y detener la migración que viene del sur a costa de lo que sea; con Canadá, en especial con el primer ministro Justin Treadeu, ha tenido varios desencuentros que han incrementado la tensión entre ambos; con China no lo queda otra que negociar, pero es capaz de llegar a una nueva guerra fría comercial si le provocan y con Vladimir Putin, presidente de Rusia, parece que hasta ahora se está llevando bien.

Donald Trump sigue viendo al mundo como un gran edificio que puede comprar si se le antoja, a costa de lo que sea. Ya lo vimos con su deseo de tener para Estados Unidos Groenlandia, actual territorio propiedad de Dinamarca, y de volver a ser administrador del Canal de Panamá.

El presidente de Estados Unidos es un hombre que no tiene límites; nada lo ha detenido; por ahora tiene cuatro años más para seguir cumpliendo sus sueños de poder…o más si se le ocurre cambiar la Constitución ¿Qué le cuesta?