
metronauta
Está por demás decir que el Metro de la Ciudad de México es una ciudad subterránea donde se desarrollan miles de historias, desde las que inician con un nos vemos abajo del reloj, hasta aquellos que reptan literalmente por los vagones en busca de unas monedas o los viajeros cantantes de este transporte.
Cada una tiene su inicio y su final aunque no siempre es el deseado, de fueron felices para siempre, y ni siquiera imaginamos cómo acaba cada uno.
Pese a todo nos acostumbramos tanto a la gente que de pronto solo son parte del panorama diario y muchas veces ya no nos causan sentimiento alguno, incluso para algunos es desagradable, lo vemos en sus rostros.
Así fue como lo vi en la línea B, esa que me lleva cada día a Buenavista y por la tarde me regresa a Romero Rubio.
A él ya lo había visto creo que era más joven, pero con la misma pinta, niño barbón y mugroso, se escucha fuerte, pero lo es, la mugre de días, que digo días, quizá semanas o meses siempre se nota en su piel, no sé si alguna vez se haga la barba o que ya dejó de crecer pero siempre es así.
Su pelo luce apelmazado y ya no usa zapatos, antes traía unos enormes, ahora ya no, pero eso no impide que intente llevar un ritmo con ellos al chocarlos contra el piso del metro.
En alguna ocasión ya hace mucho cantaba Doctor Psiquiatra, luego Pelo Suelto y otras de Gloria Trevi.
Ahora lo intenta, pero solo le salen frases inconexas, mezclando canciones de la Trevi.
En sus manos lleva frituras, bolsitas con lo que le regalan almas caritativas, que se le caen en el camino, pero no vuelve por nada sigue cantando, porque dicen el show debe continuar.
Ya no es como antes que muchos rebuscaban en sus bolsillos para apoyar al necesitado, hoy somos mezquinos, amarretas o codos no lo sé.
Solo una chica buscó alguna moneda y se la dió, el resto no miró con asco, desdén o solo la simpatía de quien lo reconoció por verlo tan seguido.
Cuando terminó su actuación caminó por el largo pasillo, pero no hubo más monedas, solo la indiferencia de los que sin dejar el celular le negaron una mirada y siguieron en lo suyo.
No es el único, solo una historia más en esta vida subterránea.
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