
El Metro de la CDMX
Por Mams
El Metro de la CDMX es más que un simple sistema de transporte; es el pulso de esta ciudad. Lo usamos a diario, pero ¿cuántos de nosotros hemos notado el fenómeno de la “velocidad percibida” versus la velocidad real? Lo llamo el “Efecto Lento”.
Seamos honestos: esos minutos que el tren pasa detenido en un túnel o el tiempo que tardamos en entrar por el andén pueden ser exasperantes. En la vorágine de la capital, donde cada minuto cuenta, el Metro se convierte en el principal campo de batalla contra el tiempo. Sin embargo, no todo es culpa de los retrasos operativos.
Gran parte de la frustración proviene de nuestra propia cultura de la prisa. La impaciencia se respira en el andén: el empujón para entrar antes de que la gente salga, la molestia ante el pasajero que se detiene a mitad de las escaleras. Parecemos olvidar que la eficiencia del sistema no solo depende del STC (Sistema de Transporte Colectivo), sino también de la coordinación ciudadana.
Si cada uno esperara a que salgan antes de entrar, si camináramos por la derecha y dejáramos pasar a la izquierda, si nos organizáramos al abordar, ¿cuánto tiempo real podríamos recuperar? Probablemente, más de lo que creemos.
El Metro nos obliga a una pausa, nos recuerda que no estamos solos. Quizás el verdadero reto no sea que el tren vaya más rápido, sino que nosotros, como usuarios, aprendamos a gestionar mejor nuestro tiempo y, sobre todo, nuestra paciencia colectiva. Dejar de luchar contra el “Efecto Lento” y empezar a colaborar podría ser el mejor billete para llegar a tiempo y de mejor humor.