22 noviembre, 2024

En las últimas 24 horas, el Valle de México ha sido azotado por una serie de lluvias torrenciales que han dejado un rastro de destrucción y solidaridad a su paso. Desde Nezahualcóyotl hasta Cuautitlán, pasando por Ecatepec y extendiéndose hasta la alcaldía Iztapalapa, la magnitud del desastre ha sido vasta, pero la respuesta de las comunidades y autoridades ha demostrado una capacidad de resistencia y cooperación.

 

El Hospital General La Perla, ubicado en Nezahualcóyotl, fue uno de los puntos más críticos, sufriendo inundaciones severas que pusieron en riesgo tanto a pacientes como a personal médico. A pesar del riesgo, las operaciones de rescate y limpieza llevadas a cabo por la Comisión del Agua del Estado de México y la Coordinación General de Protección Civil permitieron controlar la situación sin necesidad de evacuar el hospital.

 

 

En Cuautitlán, las obras relacionadas con el Tren Suburbano han sido señaladas como una causa importante de las inundaciones que afectaron al fraccionamiento Rancho San Blas, donde cientos de viviendas quedaron bajo el agua. La falta de respuestas adecuadas por parte de las autoridades locales fue un tema recurrente en las quejas de los residentes, quienes tuvieron que improvisar refugios en azoteas y pisos superiores.

 

Ecatepec es otro de los municipios severamente afectados, con familias que han visto sus hogares sumergidos y sus pertenencias destruidas. Las colonias como Rinconada de Aragón y Jardines de Aragón experimentaron inundaciones que superaron los 70 centímetros de altura, sobrepasando la capacidad del sistema de drenaje y dejando a muchas familias en situaciones desesperadas.

 

La alcaldía Iztapalapa, especialmente en la colonia Santa María Aztahuacán, le llueve sobre mojado, la zona enfrentó una situación alarmante con aguas negras invadiendo las calles y hogares. Los equipos de limpieza trabajaron incansablemente para desazolvar las áreas afectadas, mientras que las autoridades proporcionaban recursos como cloro y escobas para facilitar la limpieza por parte de los residentes afectados.

 

 

En Chimalhuacán, la situación fue igualmente crítica, con deslizamientos de tierra y escombros que bloquearon las barrancas, exacerbando las inundaciones. Viviendas y estructuras sufrieron daños, aunque afortunadamente no se reportaron víctimas. La rápida respuesta del gobierno estatal fue crucial para manejar la emergencia y prevenir daños mayores.

 

La repetición de estas catástrofes naturales en el Valle de México es un llamado urgente a revisar y mejorar la infraestructura y la planificación urbana. La solidaridad mostrada por las comunidades afectadas ilustra la resiliencia del espíritu humano, pero también subraya la necesidad de políticas más robustas y una mejor preparación para enfrentar futuros desastres naturales.