El refresco de la comida corrida y el cigarro del descanso ya no costarán lo mismo: el gobierno federal anunció que, a partir de 2026, cada sorbo y cada bocanada dejarán una contribución directa al sistema de salud. Claudia Sheinbaum detalló que el nuevo incremento en los impuestos a bebidas azucaradas y tabaco alimentará un Fondo de Salud, diseñado para cubrir la factura de enfermedades crónicas que golpean a millones de mexicanos.
Un giro de tuerca al “impuesto saludable”
Durante años, los impuestos al refresco y al tabaco fueron señalados como simples medidas recaudatorias. El cambio anunciado plantea un modelo distinto: lo que se cobre irá etiquetado para la atención médica. Es decir, quien paga por productos dañinos estaría financiando tratamientos de diabetes, hipertensión, cáncer o insuficiencia renal.
De acuerdo con Hacienda, el ajuste será contundente:
El impuesto a refrescos subirá de 1.64 a 3.08 pesos por litro.
El gravamen al tabaco aumentará del 160% al 200%, con incrementos escalonados hasta 2030.
Un problema que ya cuesta demasiado
México gasta cada año más de 116 mil millones de pesos en atender enfermedades vinculadas al tabaquismo. A esto se suman los costos crecientes de la obesidad y la diabetes, ambos alimentados por el consumo excesivo de refrescos y alimentos ultraprocesados.
El gobierno plantea que este fondo no solo amortigüe esos costos, sino que también incentive cambios de hábitos: que pensemos dos veces antes de elegir una bebida azucarada sobre un vaso de agua.
Críticas y paradojas
Aunque la medida busca ser progresista, también levanta preguntas:
¿Los recursos llegarán efectivamente a hospitales y pacientes, o se diluirán en burocracia?
¿El alza golpeará más a los sectores populares, donde el refresco es parte de la dieta diaria y el cigarro un hábito normalizado?
Para algunos expertos, se trata de una estrategia de corresponsabilidad: si decides consumir, también ayudas a pagar la cuenta colectiva de la salud.
El anuncio, es un mensaje político y social. El Estado convierte a refrescos y cigarros en un puente entre consumo y salud pública. La apuesta es arriesgada: disminuir hábitos dañinos y al mismo tiempo reforzar un sistema de salud que históricamente ha tenido carencias.
La pregunta es si este fondo logrará lo prometido: menos refrescos en la mesa, menos cigarros en la esquina y más recursos para hospitales.

