El sistema hídrico subterráneo abastece cerca del 60 por ciento del agua que consume la Ciudad de México, pero la extracción excede con creces el volumen que se recarga con las lluvias, con lo cual, “el problema es insostenible”, enfatizó el doctor Arturo Suárez Suárez, profesor del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
“No se están tomando medidas efectivas para frenar la sobreexplotación, al contrario, el crecimiento urbano la está intensificando”, consideró el académico en entrevista con el programa AguaCERO de UAM Radio 94.1 FM, emisora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), que en esta ocasión estuvo dedicado al tema de la extracción de agua y hundimientos en la Ciudad de México.
Con una población estimada en más de 20 millones de habitantes, la zona metropolitana del Valle de México enfrenta un reto monumental: “somos demasiados para la cantidad de agua disponible, además de que se desperdicia en gran cantidad”, advirtió Suárez Suárez. El consumo diario recomendado por habitante ronda los 150 litros, lo que genera una demanda que el subsuelo no puede sostener.
Por su parte, el doctor Darío Emmanuel Solano Rojas, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó que la principal causa de los hundimientos es la sobreexplotación de los acuíferos.
“El subsuelo funciona como una esponja llena de agua. Al extraer el líquido, los huecos colapsan y el suelo se compacta”, lo cual se agrava por el peso de las edificaciones y la falta de recarga natural del acuífero, lo que provoca el hundimiento paulatino de la superficie, detalló en este espacio radiofónico de la Casa abierta al tiempo.
Según el Atlas de Riesgo de la Ciudad de México, las alcaldías más afectadas son Venustiano Carranza, Cuauhtémoc, Iztapalapa, Tláhuac, Iztacalco y Gustavo A. Madero, con hundimientos que oscilan entre 11 y 30 centímetros por año. Las consecuencias son múltiples: desde agrietamientos en casas y edificios hasta el colapso de infraestructura crítica como el metro o las redes de drenaje.
“Cuando el nivel del suelo cambia, también lo hacen los patrones de escurrimiento del agua. Por eso hay zonas que se inundan una y otra vez, incluso después de ser rehabilitadas”, señaló Solano Rojas.
Además, la fractura del subsuelo facilita la infiltración de aguas contaminadas, lo que deteriora la calidad del agua potable y representa un riesgo sanitario.
De acuerdo con estudios recientes realizados por geólogos de la UNAM, el suelo capitalino desciende entre 15 y 30 centímetros por año, llegando en algunos puntos –como el Centro Histórico– a hundimientos de hasta 40 centímetros anuales. Si estas cifras se mantienen, la ciudad podría perder hasta tres metros de altitud en tan solo diez años.
Aunque ambos profesores coincidieron en que el hundimiento ya es inevitable, también reconocieron que aún es posible mitigar sus efectos mediante acciones correctivas y preventivas.
Algunas propuestas incluyen la rehabilitación del sistema de ríos urbanos, como el Churubusco y el Río de la Piedad, actualmente pavimentados, la perforación de pozos de reinyección profunda, para permitir que el agua de lluvia recargue los acuíferos, así como zonas de recarga hídrica, como el proyecto del lago de Texcoco, que pretende aprovechar la lluvia en áreas deshabilitadas para la agricultura.
Recientemente, la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México convocó a investigadores de las tres instituciones públicas de educación superior más importantes en el país para presentar proyectos de solución a corto plazo para frenar el deterioro del subsuelo capitalino.

