
Friedrich Nietzsche y Richard Wagner son “uno de esos casos raros de parejas geniales
Como Engels y Marx, o Voltaire y Rousseau, Friedrich Nietzsche y Richard Wagner son “uno de esos casos raros de parejas geniales que se van configurando a lo largo de la historia”, cuya trascendencia “es muy importante para entender la crítica en el siglo XIX”, afirmó Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, al continuar su ciclo Grandes críticos literarios.
En el Aula Mayor de la institución, el colegiado dictó la conferencia “Nietzsche y el caso Wagner”, como una continuación de su última charla, ofrecida dos meses atrás. Domínguez se refirió al rompimiento de Nietzsche con Wagner y a la manera en que el filósofo alemán anticipó “lo que será la industria cultural criticada por los filósofos de la Escuela de Frankfurt”.
“Aunque el gran maestro era Wagner y el joven discípulo era Nietzsche, la relevancia de Nietzsche a lo largo de todo el siglo XX y XXI es, justamente, su admiración y su ruptura con Wagner, que tiene que ver mucho con lo que será la crítica literaria del siglo XX”, señaló.
Desde la literatura, dijo, “se olvida con frecuencia que el gran espectáculo cultural del siglo XIX era, desde luego, la ópera y que las óperas estaban escritas. Son pocas las historias de literatura que hablan de los libretos, que tienden a ser vistos como textos meramente instrumentales, porque en la ópera la esencia es la música, la orquestación, el canto”.
Si hubo un compositor que trató de modificar esa idea y hacer de la ópera el arte del futuro, el arte total, fue Richard Wagner, quien murió en 1883. Con su idea de la ópera, a Wagner le hubiera satisfecho más nacer cuatro décadas después. “El medio de expresión que le hubiera satisfecho absolutamente era el cine, porque lo que él quería de la ópera, como arte total, lo vino a colmar la experiencia cinematográfica”, estimó el colegiado.
“Incluso, si nos vamos a las primeras grandes superproducciones como El nacimiento de una nación (1915) de Griffith, que es también de tema histórico, mitológico, se entiende que la ópera de Wagner —que no a todo el mundo le gusta, no es fácil de ver porque es muy larga— es una especie de anuncio del cine. Y así como el cine tiene en el siglo XX una estrecha relación con la literatura, la ópera debería tenerla con la literatura del siglo XIX”.
Con ese contexto, Nietzsche se acercó “tímidamente” al círculo de Wagner. “Es adoptado de inmediato por el personaje central de este círculo, que no era Richard Wagner, sino su segunda esposa, Cósima Wagner, la hija de Franz Liszt, ilegítima, quien llevaba el imperio de Wagner, cuya consagración se dio en los hasta ahora vigentes festivales de Bayreuth, que cuando empiezan es cuando Nietzsche rompe con Wagner, hacia 1875”.
La atracción entre los Wagner y el filósofo alemán será mutua. “Nietzsche se siente al principio atraído por Wagner como la figura que está encarnando lo que él entendía, vaporosamente, como su ambición de la superhumanidad”.
“Él veía en la ópera de Wagner, un arte total. Mientras que los Wagner se enamoran del pensamiento de Nietzsche muy pronto, desde que aparece El nacimiento de la tragedia, y encuentran muy atractiva la idea nietzscheana de que el principio de la historia cultural de la humanidad es glorioso, el teatro trágico griego, y que todo lo que ha venido después ha sido una interminable decadencia”, contó.
En contraparte, “cuando Nietzsche descubre a Wagner, considera que Esquilo ha revivido, porque de los tres grandes trágicos griegos, Esquilo era el de las preferencias de Nietzsche, y que esta pretensión de arte total, sólo la habían manifestado los trágicos griegos, y renacía con Wagner”.
Para Nietzsche, “Wagner rompía los límites entre el alta y la baja cultura y regresaba a los tiempos heroicos de la tragedia griega, donde el espectador y el espectáculo eran uno y la misma cosa, eran el ser de Grecia. Y bueno, se empieza a introducir Nietzsche al círculo de Wagner y con cierta velocidad descubre que se trata, según él, de una farsa grotesca”.
En este caso, advirtió Domínguez Michael, “tiene mucho que ver la historia doméstica, el chisme”. Bayreuth se convierte en el centro de la aristocracia europea, “presididos por el dinero y la presencia de ese rey loco, maravilloso, que fue Luis de Baviera. El Festival de Bayreuth, desde su primera puesta, se convierte en una cita infaltable para toda la aristocracia europea, que no entendía gran cosa de Wagner, pero entendía que el acontecimiento social por antonomasia era asistir a estos festivales”.
Es la primera vez que un evento se vuelve masivo y Nietszche “tiene varios defectos” que Cósima Wagner se encarga de describir en sus diarios. Para empezar, no se había titulado, “era lo que se llamaba peyorativamente en la Alemania de esa época, un bachiller”. Por otro lado, “grave cosa, era soltero, lo cual era muy mal visto por Cósima”.
Pero aún más, “le parecía de muy mal gusto la profunda amistad que tenía Nietzsche con sus dos colegas, los filósofos (Erwin) Rohde y (Paul) Rée, que daban a pensar, contra lo que pensamos nosotros, no era tan fácil en el siglo XIX, como lo es para nosotros, llegar a la conclusión, es que eran homosexuales”.
Con estos antecedentes, Nietzsche empieza a desconfiar de Wagner cuando ve sus intentos de conciliar el cristianismo con el paganismo. “Nietzsche, como lo sabe cualquiera que lo haya leído, era profundamente anticristiano, es el más anticristiano de los filósofos modernos. Cuando ve que Wagner aspira a conciliar el cristianismo con el paganismo, sobre todo en la obra que acaba de sacarle de quicio, ‘Parsifal’ que es la más cristiana de Wagner. La búsqueda del Santo Grial le parecía a Nietzsche el colmo de la reconciliación de Wagner con la religión que para él era la causa de la decadencia de la humanidad”.
Más allá, el filósofo alemán se desencanta del festival de Bayreuth que Wagner promueve. “Lo ve como la industria cultural diseñada para embrutecer a las masas, ya que Bayreuth se vuelve el gran espectáculo de la aristocracia europea y como todas estas cosas va derramándose hacia los sectores intelectuales y populares, dice esto es un gran arte, como después lo será el cine, al cual la gente ignorante tiene cada día más aspecto, porque Nietzsche consideraba que la cultura es una cuestión de élites privilegiadas y que de ninguna manera tenía que democratizarse”.
“Él ve la parafernalia wagneriana en los festivales, en este desfile operático, para decirlo etimológicamente de manera exacta, de dioses, amantes, traidores, enanos, gigantes y todo esto, lo ve como un circo para alejar al público, a la humanidad, de los valores que Nietzsche había profesado en su obra, que son los del anticristo, los del superhombre, los de una salvación del ser mediante la transvaloración de todos los valores, y es la gran condena que Nietzsche hace del romanticismo, que es el fenómeno cultural de su tiempo”.
El análisis del romanticismo como el fenómeno más importante para la crítica del siglo XIX, dijo el colegiado, “no puede omitir la naturaleza antirromántica de Nietzsche. De hecho, el escritor francés favorito de Nietzsche, era un antirromántico, o que quería ser antirromántico, que era Stendhal. Porque es muy difícil estar en medio del romanticismo y no tener algo de romántico”.
De esta manera, “Wagner y las óperas de Wagner, El Anillo de los Nibelungos y el festival mismo de Bayreuth, es un adelanto de lo que será la industria cultural criticada por los filósofos de la Escuela de Frankfurt. Y esto Nietzsche lo ve antes. Obviamente Nietzsche muere enloquecido en el año 1900 y pues no tiene que ver con esto”.
“El capítulo final en la historia del romanticismo es Wagner, que es cuando todas las pulsiones del romanticismo se mezclan en este esfuerzo occidental permanente de lograr una síntesis afortunada y efectiva entre el cristianismo y la antigüedad grecolatina. Entonces, Nietzsche y el caso Wagner, cuyos chismes y detalles no son el caso ni la materia de esta conversación, son muy importantes para entender la crítica en el siglo XIX”, concluyó.