22 noviembre, 2024

La región de Rio Grande do Sul en Brasil se enfrenta a una de las peores catástrofes climáticas en su historia, con devastadoras consecuencias para la población y la infraestructura. Las intensas lluvias que han azotado la región desde la semana pasada han dejado un saldo de al menos 90 muertos, 362 heridos y 131 desaparecidos, afectando a más de un millón de ciudadanos en 397 municipios.

 

Porto Alegre, la capital del estado, junto con otras localidades, ha sufrido inundaciones masivas debido al desborde de ríos, resultando en la evacuación de aproximadamente 156,000 personas. Importantes instalaciones como los estadios Arena do Gremio y Beira Rio también han experimentado inundaciones significativas, afectando las actividades deportivas y culturales de la región.

 

 

 

 

 

 

 

 

El gobierno estatal y local, junto con la ayuda de figuras del fútbol brasileño como Vinicius Jr  y Neymar, se han movilizado para coordinar esfuerzos de rescate y proporcionar alivio a los afectados. La infraestructura de agua ha sido particularmente golpeada, con solo una de las seis plantas de tratamiento de aguas operando y racionamientos de agua impuestos en la capital.

 

El Instituto Nacional de Meteorología (Inmet) ha emitido nuevas alertas de tormenta, advirtiendo sobre la posibilidad de más de 100 mm de lluvia, vientos fuertes y granizo, lo que podría complicar aún más los esfuerzos de rescate y recuperación. La situación se ve agravada por la inestabilidad climática causada por una vaguada, un corredor de humedad del Amazonas y una ola de calor en la región central del país, factores que están bloqueando el avance de frentes fríos y manteniendo la inestabilidad sobre el estado.

 

 

 

 

 

 

 

Las imágenes satelitales han mostrado la transformación dramática del paisaje en la región metropolitana de Porto Alegre, con ríos como el Guaíba alcanzó niveles históricos de 5.27 metros. La situación es tan grave que los ríos Tacuarí y Caí, que también han alcanzado niveles récord, están mostrando una lenta disminución que revela el extenso daño: casas inhabitables, calles enterradas en barro y vehículos destruidos.

 

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, aseguró que no faltarán recursos para enfrentar esta crisis y ha destacado la colaboración entre todos los niveles de gobierno para manejar la emergencia. Mientras tanto, los equipos de rescate continúan trabajando incansablemente en condiciones adversas, con la ayuda de 15,000 militares, bomberos, policías y voluntarios, utilizando aeronaves, embarcaciones y vehículos para alcanzar y asistir a las víctimas.

 

 

Este desastre subraya la urgente necesidad de preparación y respuesta efectiva frente a eventos climáticos extremos, que se espera sean más frecuentes e intensos debido al cambio climático global.