21 noviembre, 2024

 

Con gritos de “¡Viva el padre Marcelo!”, “¡Viva la paz!” y “¡Fuera cárteles!”, la multitud acompañó el féretro del párroco, que fue sepultado en el patio de la iglesia de San Andrés. Los llantos de dolor y los llamados de justicia resonaron mientras la comunidad llevaba el ataúd, cubierto por una túnica blanca y una estola roja, hacia su última morada.

 

Líder comprometido con su pueblo

El padre Marcelo Pérez Pérez era conocido por su firme compromiso con los derechos de las comunidades indígenas y su lucha incansable contra la violencia y la corrupción que aquejan a la región. Desde 2015, había denunciado las amenazas que recibía, amenazas que se intensificaron en 2021 tras la aparición de grupos armados como El Machete en Pantelhó y Los Herreras, quienes se disputan el control del territorio.

 

 

En la misa de cuerpo presente, oficiada por el obispo Raúl Vera López y otros presbíteros, se destacó el legado de Marcelo como defensor de los más pobres y de aquellos que carecían de los recursos para enfrentar la injusticia.

 

El obispo Vera López condenó enérgicamente el atentado y recordó al sacerdote como un hombre que enfrentó a aquellos que abusaban de su poder. “El padre Marcelo cuidaba de los más pobres y los defendía de aquellos que se sienten dueños de la tierra y de la sociedad, que no tienen reparo en dañar la vida de su prójimo para adquirir más poder político y económico”, afirmó el obispo.

 

Lucha por la justicia en una región olvidada

Durante la ceremonia, el hermano de Marcelo, Romeo Pérez Pérez, tomó la palabra para señalar la desprotección y el olvido en que viven los pueblos indígenas de Chiapas. “Mientras haya corrupción, no habrá justicia. No tenemos dinero para pagar un abogado. No es cierto que haya una Cuarta Transformación mientras no haya justicia para los indígenas, esa transformación no ha llegado a nuestras tierras”, declaró Romeo, visiblemente afectado.

 

El asesinato del padre Marcelo Pérez Pérez, de 51 años, ocurrido en Chiapas, ha generado gran preocupación en la opinión pública. Sin embargo, autoridades y representantes de la Iglesia han subrayado que este lamentable hecho no está vinculado al crimen organizado, sino que es el resultado de pugnas internas entre grupos indígenas tzotziles y tzeltales que luchan por el control político y económico en sus comunidades. Este conflicto ha afectado a diversas zonas del estado, donde las disputas locales por el poder se han intensificado.

 

Crimen entre conflictos locales

El cardenal Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, fue claro al desmentir la participación de cárteles en el homicidio del padre Marcelo. En una entrevista para Grupo Imagen Multimedia, señaló que las pugnas entre grupos armados indígenas han sido la causa de las amenazas y, finalmente, de la muerte del sacerdote. “En este caso, no es tanto un problema de cárteles de droga, sino de grupos internos armados, peleando indígenas contra indígenas”, comentó.

 

El obispo describió cómo las armas permanecen en manos de estos grupos locales, que no han sido desarmados a pesar de los esfuerzos gubernamentales. “Siguen libres y armados, y esto genera una situación de violencia interna por la lucha del poder político y económico en esas regiones”, subrayó.

 

Trabajo del padre Marcelo y su mensaje de paz

El padre Marcelo Pérez Pérez, de origen tzotzil, era un defensor de la paz y la reconciliación en las comunidades indígenas. Según el cardenal Arizmendi, el sacerdote no estaba alineado con ningún grupo político en particular, sino que promovía el respeto y la armonía en las disputas locales. “El padre Marcelo decía: ‘respétense, quiéranse’, y pedía que se respetara la voluntad de la mayoría en las comunidades. Su postura era siempre a favor de la paz”, explicó el cardenal.

 

El asesinato del sacerdote, sin embargo, refleja el profundo conflicto que ha dividido a las comunidades indígenas en Chiapas. Los enfrentamientos por el poder político no solo se dan a nivel estatal o nacional, sino que se han arraigado en las localidades, especialmente en aquellas gobernadas bajo el sistema de usos y costumbres. Estas luchas de poder se han intensificado en lugares como Oxchuc, Chenalhó y Pantelhó, donde los enfrentamientos entre grupos rivales han provocado una grave crisis de gobernabilidad.

 

Violencia en Chiapas: más allá del crimen organizado

La presencia de grupos armados en Chiapas no es un fenómeno reciente. A pesar de que en años recientes se ha detectado actividad de cárteles en algunas zonas del estado, el cardenal Arizmendi aclaró que los conflictos internos entre los grupos indígenas tienen raíces históricas. “Estos problemas vienen de mucho tiempo atrás, no tienen nada que ver con los cárteles. Los cárteles son muy recientes en Chiapas, no llevan más de dos o tres años”, afirmó el obispo emérito, descartando que el crimen organizado esté detrás de estos enfrentamientos.

 

Según Arizmendi, los problemas internos en las comunidades indígenas han sido perpetuados por la falta de desarme y la ineficacia de las autoridades para contener la violencia. Aunque el gobierno ha enviado al ejército, la Guardia Nacional y la policía estatal a la región, la situación sigue siendo compleja. “El gobierno está haciendo algo, pero no se han desarmado a estos grupos. Aunque haya presencia del ejército, ellos se mueven a otras áreas”, detalló.

 

Un conflicto por el poder local

El caso del padre Marcelo es solo una muestra de la violencia que ha afectado a diversas comunidades indígenas en Chiapas. La lucha por el poder político ha enfrentado a diferentes grupos, que buscan controlar los gobiernos municipales. En el caso de Oxchuc, por ejemplo, dos grupos de mujeres indígenas se enfrentaron por la presidencia municipal, lo que generó un ambiente de tensión y violencia en la zona.

 

En Pantelhó, donde el conflicto ha sido aún más reciente, las elecciones municipales no pudieron llevarse a cabo debido a la violencia. En su lugar, el congreso estatal nombró a un consejo municipal, una medida que no fue bien recibida por todos los habitantes. Este tipo de problemas, como explicó el cardenal Arizmendi, se repiten en varias comunidades de la región y están relacionados con la lucha por el control de los recursos y el poder político a nivel local.

 

Intervención de las autoridades: esfuerzos insuficientes

A pesar de los esfuerzos del gobierno federal y estatal por mantener la seguridad en Chiapas, la situación sigue siendo delicada. El cardenal Arizmendi expresó que, aunque las autoridades están actuando, los resultados no han sido suficientes. “Sería injusto decir que no están haciendo nada. El ejército, la Guardia Nacional y la policía estatal están presentes, pero la violencia sigue. Cuando el ejército está en un lugar, las cosas se calman, pero estos grupos se mueven a otros lugares”, afirmó.

 

El problema radica, según el obispo emérito, en la falta de una estrategia efectiva para desarmar a los grupos locales. Aunque el gobierno ha intentado disuadir la violencia, los habitantes de las comunidades no denuncian a los responsables por miedo a represalias. “La autoridad tiene que buscar otros métodos, porque los ciudadanos no van a denunciar si saben que pueden ser asesinados por ello”, concluyó el cardenal.

 

Un llamado a la paz y al diálogo

La muerte del padre Marcelo Pérez Pérez ha sido un trágico recordatorio de la violencia que afecta a las comunidades indígenas en Chiapas. Su trabajo como defensor de la paz y la reconciliación ha dejado un vacío en las localidades donde ejerció su ministerio. Las autoridades eclesiásticas, junto con las comunidades afectadas, han hecho un llamado a la paz y al diálogo para resolver los conflictos internos sin recurrir a la violencia.

 

La situación en Chiapas sigue siendo compleja, y aunque la presencia del crimen organizado es una preocupación creciente, los problemas internos de las comunidades indígenas son el principal detonante de la violencia en la región. El asesinato del padre Marcelo no solo revela las tensiones políticas y económicas en las localidades indígenas, sino también la necesidad urgente de una intervención más efectiva por parte del gobierno y de un esfuerzo colectivo para promover la paz en la región.

El asesinato del padre Marcelo Pérez Pérez es un reflejo de los conflictos históricos y políticos que han afectado a las comunidades indígenas de Chiapas durante años. Aunque las autoridades han tomado medidas para combatir la violencia, los problemas internos siguen siendo una barrera para la paz en la región. La Iglesia y las comunidades han hecho un llamado al diálogo, mientras que el gobierno continúa su lucha para restaurar el orden en una zona marcada por la tensión y el enfrentamiento.