Era lunes y estaba preparándome para la escuela, mi mamá tenía que salir muy temprano al trabajo y dejarme listo antes de emprender camino. Como yo esa mañana, muchos vimos y escuchamos aquella explosión que nos terminó de despertar, viendo esa columna de fuego enorme como si estuviera en nuestro patio, los vidrios de las ventanas cimbraron y el ruido de las explosiones nos dejaron mudos, sin imaginar lo que estaba pasando. De pronto como si fuera película de terror, las noticias compartían las primeras escenas de la destrucción, había sido a tres colonias de donde yo vivía.
El 19 de noviembre de 1984, San Juan Ixhuatepec, conocido como San Juanico, fue escenario de una de las mayores tragedias en la historia moderna de México. Aquel día, un estallido provocado por una fuga de gas generó una serie de explosiones que destruyeron vidas, hogares y una comunidad entera. Hoy, cuatro décadas después, los sobrevivientes y expertos reflexionan sobre las lecciones que nos dejó este fatídico evento.
El día del desastre
Eran las 5:40 de la mañana cuando el primer estallido sacudió a San Juanico, ubicado en Tlalnepantla, Estado de México, cerca de la Ciudad de México. Según informes oficiales, el accidente fue originado por una maniobra defectuosa de una pipa de la empresa Unigas en una instalación de Pemex. El fuego avanzó rápidamente hacia depósitos de gas, provocando explosiones adicionales.
En total, 11 explosiones devastaron la zona. Las llamas alcanzaron hasta un kilómetro de altura, y el estruendo rompió ventanas a varios kilómetros de distancia. El saldo oficial fue de 498 muertos y más de 4,248 heridos, aunque los sobrevivientes aseguran que las cifras reales podrían ser mucho mayores.
Recuerdos de una comunidad marcada
Pablo Jara, residente de San Juanico, recuerda el caos de aquel día: “Fue como un infierno. Las llamas caían sobre nosotros y el calor era insoportable. Perdí amigos y vecinos, pero sobreviví. Desde entonces, hemos luchado para que no vuelva a suceder”.
Heriberto Soriano, otro vecino que perdió familiares, formó la Unión Popular Ixhuatepec tras la tragedia. Su objetivo: exigir que las gaseras fueran reubicadas fuera de la zona urbana, sin embargo, a pesar de los decretos emitidos en 1985 para alejar estas instalaciones, la mayoría permanecen operando a escasos metros de los hogares.
Falta de protección y respuesta tardía
En 1984, México carecía de mecanismos de protección civil como los que conocemos hoy. La tragedia de San Juanico, junto con el terremoto de 1985, impulsó la creación de protocolos y planes de emergencia, como el Plan DN-III, que fue activado aquel día por el Ejército para evacuar a los heridos y sofocar el incendio.
El comandante de bomberos Benito Pérez González lideró los esfuerzos iniciales de rescate. “Nada podíamos hacer contra esa hoguera”, afirmó en su momento. La magnitud del desastre superó los recursos disponibles, dejando a muchas víctimas desamparadas.
Indemnizaciones y justicia pendiente
Pemex asumió la responsabilidad de la tragedia e indemnizó a los afectados, pero ni funcionarios ni empresas privadas enfrentaron consecuencias legales. Mario Ramón Beteta, entonces director de Pemex, y Jorge Orvañanos Zúñiga, director de Unigas, fueron denunciados, pero nunca se les sancionó.
La impunidad que rodeó el caso sigue siendo un tema de indignación entre los habitantes de San Juanico. “No hubo justicia para los que perdimos todo”, señala Abel Carrillo, de la asociación Conciencia Ciudadana Ixhuatepec.
El peligro persiste
Hoy, San Juanico sigue siendo una bomba de tiempo. En la zona operan al menos seis gaseras y varias gasolinerías, además de empresas que manejan químicos peligrosos. Aunque se han construido unidades habitacionales y parques para intentar mitigar los riesgos, la proximidad de estas instalaciones representa un constante peligro para los vecinos.
“Los decretos no se han cumplido”, afirma Carrillo. “Las gaseras siguen operando y el número de viviendas ha aumentado, lo que agrava el riesgo en caso de una emergencia”.
Lecciones aprendidas y olvidadas
A pesar de las promesas de cambio, los sobrevivientes de San Juanico coinciden en que no se han tomado las medidas necesarias para prevenir una tragedia similar. La falta de rutas de evacuación, la saturación de vialidades y la presencia de transporte público y comercio informal bloqueando las salidas son problemas recurrentes.
Abel Carrillo recuerda que en un litigio reciente entre Gas Metropolitano y un consorcio de viviendas, la Suprema Corte falló a favor de la gasera, lo que permitió que las instalaciones permanecieran en la zona. “Esto demuestra que el interés económico sigue estando por encima de la seguridad de las personas”, concluye.
Un memorial para no olvidar
En el parque conmemorativo de San Juanico, una cruz recuerda a las víctimas de 1984. Cada año, los vecinos organizan una ceremonia para honrar a los fallecidos y renovar su llamado a las autoridades para garantizar la seguridad de la comunidad.
“San Juanico no puede ser olvidado”, insiste Pablo Jara. “Es un recordatorio de lo que sucede cuando las empresas y las autoridades ignoran las advertencias y priorizan las ganancias sobre la vida”.
A 40 años de la tragedia, San Juanico es un testimonio vivo de las consecuencias de la negligencia y la falta de regulación. Aunque se han implementado algunas mejoras, el riesgo sigue latente para miles de familias que habitan en la zona.
Recordar San Juanico no solo es honrar a las víctimas, sino también exigir que las lecciones aprendidas no sean ignoradas. Solo con una planeación adecuada, cumplimiento de regulaciones y un compromiso real con la seguridad se podrá evitar que esta tragedia vuelva a repetirse.