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¿Y AHORA QUÉ?

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Por Ricardo Burgos Orozco
A decir de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, con el nuevo Poder Judicial que entró en funciones este primero de septiembre se hará realidad el anhelo juarista de que “al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”. Para la mandataria, ahora México es el país más democrático del mundo porque hasta antes de esta fecha, jueces y ministros habían sido responsables de favorecer a miembros de la delincuencia organizada y la mitad de ellos — según Sheinbaum — habían llegado a sus puestos por nepotismo.

La realidad es que esas son palabras demasiado aspiracionales de Claudia Sheinbaum; a lo mejor ni ella misma se las cree. México no es la nación más democrática por mucho. Hay que recordar primero como fue que se aprobó la controvertida Reforma Judicial por 86 a 41 votos. Morena logró la mayoría calificada con el sufragio del senador panista (en aquel entonces) Miguel Ángel Yunes Márquez, que pidió licencia para ausentarse por supuestamente un problema de salud. Ante ello, su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, se presentó por él, aunque dos horas después el hijo regresó y emitió su voto a favor de la reforma.

La oposición los llamó “traidores” con mucha razón. Rocío Nahle, gobernadora de Veracruz, de donde son originarios los Yunes, confirmó que ellos hablaron con el líder senatorial de Morena, Adán Augusto López Hernández y negociaron que les “limpiaran” sus expedientes de actividades ilícitas a cambio del valioso voto. En algún momento, Andrés Manuel López Obrador los había acusado de corrupción y enriquecimiento inexplicable, es decir, ya estaban marcados por el patriarca y solamente así, con una acción concertada, el régimen dejó de perseguirlos.

Otro aspecto penoso para el proceso fue la pobreza de los números de la elección el primero de junio pasado. A pocos mexicanos les importó votar, sólo lo hicieron mucho menos de 13 millones de personas de los casi 99 millones de los que está conformado el padrón, según datos del Instituto Nacional Electoral.

Tal y como lo concibió López Obrador en su venganza contra el viejo Poder Judicial, también ganaron quienes debían hacerlo gracias al uso de “acordeones” para influir la decisión entre los votantes. Nadie supo de los autores intelectuales para la distribución masiva de este tipo de materiales. Las autoridades electorales reconocieron que el reparto sistematizado de estas “guías de votación” sí constituyó un delito electoral y que su uso pudo haber influido en el resultado de la elección. Sin embargo, El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación desechó en su momento las impugnaciones y declaró válida la elección pese a todas las irregularidades.

La Organización de Estados Americanos (OEA) tuvo representantes observadores durante la elección y determinó que las nueve candidaturas con mayor cantidad de votos en la Suprema Corte de la Nación, fueron promovidas en acordeones físicos o virtuales, lo que demuestra que sí hubo una influencia entre las “guías de votación” y el resultado de la elección.

Podemos darles el beneficio de la duda, pero desde este primero de septiembre los nuevos ministros de la Suprema Corte, incluido su presidente Hugo Aguilar Ortiz — sorpresivamente el más votado de la elección del 1 de junio (claro, con acordeones) — están bajo el escrutinio de la opinión pública en cada una de sus decisiones judiciales. Tendrán que resolver el rezago de más de 100 mil expedientes y cumplir todas sus promesas sin tintes partidistas.

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