Al momento
“Primer Festival de Danzas Negras. Reflexiones Afroindígenas”
El Palacio de Bellas Artes abrió sus puertas para recibir y celebrar a las danzas negras, con la inauguración del “Primer Festival de Danzas Negras. Reflexiones Afroindígenas”, encuentro que une tradición, resistencia y creación contemporánea, en un diálogo inédito entre comunidades afrodescendientes e indígenas del Sur Global.
La noche de ayer, 9 de agosto de 2025, en la Sala Principal se dieron cita artistas, académicos, activistas, familias enteras y un público que, desde el primer toque de tambor, respondió con aplausos y exclamaciones para ver el surgimiento de un encuentro cultural largamente esperado, que reconoce y da visibilidad a expresiones históricamente marginadas de los grandes escenarios.
El acto de apertura estuvo encabezado por la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), Alejandra de la Paz Nájera, y el coordinador nacional de Danza del INBAL, Alonso Alarcón Mujica.
Alarcón destacó que el festival representa la apertura de un portal simbólico para que las danzas negras encuentren un lugar permanente en México. Subrayó la importancia de reconocer el linaje cultural y la energía vital que dichas manifestaciones traen consigo.
“Primero que nada, permiso a las ancestras, a los ancestros… a este portal, esta puerta que se abre para las danzas negras en México. Sean todos bienvenidos”, expresó con emoción ante un público que respondió con aplausos prolongados.
Asimismo, Alejandra de la Paz enfatizó que el festival es un acto artístico y un compromiso con la memoria y el reconocimiento constitucional de las comunidades afromexicanas, inscrito desde 2019. Destacó la amplia programación que reunirá a 37 compañías de danza y más de 300 artistas.
“Hoy inauguramos un relato danzado que desafía las narrativas que han blanqueado nuestras concepciones estéticas del cuerpo, de lo coreográfico y de las bellas artes”, dijo al declarar formalmente inaugurado el festival.
Una inauguración con cuerpo, voz y raíz
El arranque estuvo marcado por la energía de la compañía Memorias Danza Teatro (Colombia), que presentó Tierra fértil. Homenaje danzado a Manuel Zapata Olivella. A través de una fusión de danza contemporánea y ritmos afrocolombianos, la pieza trazó un mapa de la vida y el pensamiento del escritor y defensor de la identidad afrodescendiente. El movimiento de los bailarines y golpes de tambor crearon un diálogo entre la memoria histórica y la fuerza del presente.
La segunda pieza de la noche, Raíz que no muere, de la Escuela Nacional de Danza Folklórica del INBAL, dirigida por Isaías Ángel, puso en el escenario la intensidad de la Danza de Diablos de la Costa Chica, con músicos de Llano Grande y Cuajinicuilapa, Guerrero. Se trató de un ritual colectivo en el que el público se vio envuelto por el sonido de los zapateos y el impacto de las máscaras de los diablos en el escenario, que danzaban con una energía ancestral, entre giros veloces y pasos firmes. Cada golpe sobre la tarima parecía convocar a las memorias de la Costa Chica, mientras los músicos, con tambores y sones tradicionales, marcaban un pulso.
Mientras tanto, en el segundo día del festival, el domingo 10 de agosto, se ofrecerá un viaje entre la música y la danza del Caribe colombiano y las tradiciones afromexicanas de Guerrero. En el Teatro de la Danza Guillermina Bravo del Centro Cultural del Bosque, la agrupación Colombia Negra, encabezada por Penélope Vargas, presentará un recorrido por cumbia, currulao, mapalé y sexteto palenquero, en una celebración de cayenas en el pelo, maracas y tambores.
En paralelo, el Grupo Nahual llevará al Pabellón del Jardín Escénico el Fandango Tlixtleco, con zapateados vigorosos sobre la tarima, símbolo de la mezcla afrodescendiente, indígena y española.
Un mes de danza, memoria y resistencia
En los días siguientes, el encuentro desplegará un mosaico de propuestas: del virtuosismo afrocubano de Obini Bata (14 y 15 de agosto) al son jarocho afroveracruzano de Jóvenes Zapateadores (24 de agosto), además de talleres de maracatú brasileño, conferencias sobre memoria y fotografía en comunidades afromexicanas, y estrenos como Marik Folclórik de Otredanza (Colombia).
Cada función y actividad se plantea como un acto de visibilización y diálogo, desde lo ancestral hasta lo experimental, todo con el objetivo de reafirmar que las raíces negras y afroindígenas siguen vivas y se proyectan con fuerza en el presente.