Creer que si funciona no hay necesidad de cambiarlo puede acarrear atrasos tecnológicos

México, junio de 2025 — «Si funciona, no hay necesidad de cambiarlo» es una creencia que, en plena era de transformación digital empresarial puede ser un verdadero problema. Esta aparente estabilidad esconde riesgos financieros, operativos y de ciberseguridad.

Afortunadamente, el panorama actual permite abrazar con mucha más urgencia y celeridad estas medidas de modernización. Según IDC, para 2027 se estima que más de cuatro mil empresas del continente —desde organizaciones globales hasta startups—dispondrán cerca del 25% del gasto en TI a iniciativas tecnológicas, en aras de impulsar su crecimiento económico, su optimización de procesos y su blindaje frente a las amenazas cibernéticas.

Invertir en la actualización constante, más que una opción, es una necesidad. Así lo explican los expertos de EPAM Systems Inc. en una publicación, donde analizan los pros y contras de este proceso en las empresas de la región.

Costos ocultos y vulnerabilidades son las consecuencias de no modernizar Uno de los principales problemas es la obsolescencia tecnológica: las aplicaciones heredadas limitan la adopción de herramientas modernas como la computación en la nube, arquitecturas serverless o contenedores, que ofrecen mayor escalabilidad, seguridad y eficiencia en costos. Además, estas plataformas tradicionales suelen generar el mayor volumen de tickets de soporte, consumen recursos operativos significativos y dificultan la contratación de talento capacitado en tecnologías antiguas.

Otro aspecto crítico es la seguridad. A medida que los proveedores reducen el soporte a versiones antiguas, los parches de seguridad se vuelven menos frecuentes, lo que expone a las empresas a vulnerabilidades cada vez más graves. Teniendo en cuenta que los ciberataques se han incrementado en América Latina, esta brecha tecnológica podría tener consecuencias catastróficas.

Claves para una estrategia de modernización efectiva

Las organizaciones deben diseñar una estrategia clara de modernización, comenzando por una evaluación exhaustiva del estado actual de sus aplicaciones. Esta etapa permite identificar tecnologías utilizadas, personalizaciones, entornos operativos, bases de datos, complejidad del código y dependencias externas, todo lo cual influye en las decisiones sobre qué aplicaciones deben ser encapsuladas, reestructuradas o reemplazadas.

La planificación debe alinearse con los objetivos de negocio: reducción de costos operativos, cierre de data centers, consolidación de bases de datos, migración a soluciones SaaS o cumplimiento de metas de sostenibilidad. Establecer metas claras y medibles —como migrar el 50% del portafolio de aplicaciones a la nube pública para 2026— permite dividir el proceso en etapas alcanzables y monitorear el avance con indicadores precisos.

Asimismo, se recomienda iniciar con pruebas piloto (Proofs of Concept) en aplicaciones de bajo riesgo, para validar enfoques y ganar experiencia práctica. Evaluar el costo total de propiedad (TCO) bajo modelos de gasto operativo (OPEX) también es fundamental para anticipar el impacto financiero.

Otro factor determinante en el éxito de estos proyectos es la gestión del cambio, que se involucren desde el principio a los diferentes grupos de interés —desde equipos de TI hasta usuarios finales— para mejorar la alineación de expectativas, evitar resistencias y aumentar las probabilidades de adopción efectiva.

Finalmente, una planificación deficiente de la infraestructura puede convertirse en el talón de Aquiles de todo el proceso. Garantizar que el entorno técnico esté preparado para la migración, que existan estrategias de despliegue escalonadas y que se realicen pruebas de rendimiento rigurosas, es esencial para evitar cuellos de botella y degradación del servicio.

Modernizar, más que hacer una actualización de software, es reimaginar la arquitectura tecnológica para responder a los desafíos de un mercado cada vez más competitivo, digital y exigente.

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